Siempre creí en las fuerzas de atracción. En las fuerzas que hay entre personas, en las que existen en las relaciones y en las que no existen también. En la fuerzas que hay entre uno y los objetos (vamos, todos tenemos objetos de los que no nos queremos desprender, yo por mi parte continúo guardando 3 muñecos especiales en mi placard) , entre uno y las cosas que realizan, entre las cosas que le hacen bien y las que no.
Y esas dos fundamentales: la fuerza entre las cosas que a uno le hacen de maravilla, y que no puede creer el por qué, ni tampoco quiere cuestionarla mucho y la fuerza entre las cosas que a uno no le hacen bien pero que no puede dejar de hacer pero tampoco sabe el por qué.
Hoy me levanté pensando en eso: en qué cosas me hacían bien y qué cosas no, pero que yo mantenía igual, y que cosas ya no mantenía o no quería mantener.
Me di cuenta también, que todos tenemos una fuerza de atracción a algunas cosas. Y hagan bien o mal algunas son mágicas, y te hacen ser como sos. Te hacen brillar en una frecuencia diferente. En tu propia frecuencia. Y no puedo evitarlo, me encantan.
Me encanta eso, la gente que brilla en su propia frecuencia. Creo que si uno ve gente así no puede perderla de vista. Porque son de las estrellas que más valen.
Salí a caminar, esperando encontrarlas.
Con gente así uno no teme estar solo.
miércoles, 14 de julio de 2010
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